3.08.2010

Irrigación


Si buscas una vena en tu cabeza y presionas fuerte la yema de tus dedos contra la piel, algo de sangre dejará de llegar a alguna parte, es posible que se te quede dormido el brazo que estás usando y hasta ahí llegue todo, o que pierdas momentáneamente la visión de un ojo o dejes de secretar alguna hormona. También puede pasar que aprietes la vena correcta, esa falla congénita que lleva más sangre de lo habitual y te transformes por unos minutos en un genio o un profeta, o un profeta con una jaqueca insoportable. En cualquier caso la irrigación cerebral no es ningún misterio, salvo que enfermes gravemente y mueras sin ninguna explicación, y a la larga, te transformas en una especie de animita de culto. Un armario de recuerdos importantes para alguien, si lo tienes, porque tener a alguien es eso precisamente, apoderarse de su atención emocional, de su deseo irracional de compañía, esa que alimentaste tanto tiempo que ya es algo que corre por sus venas. O por una que si logra apretar correctamente, resultará en el olvido de tu imagen cerrando el círculo virtuoso de los que nos apretamos las venas cada vez que queremos creer en algo que no existe.

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