8.27.2010

No suena igual

Acerqué la ceniza ardiente de la punta del cigarro hasta la hormiga, la vi retorcerse hasta quedar inmóvil y luego me fumé su alma.

7.08.2010

Mientras más leo, estudio, deduzco, entiendo y debato. Más me me gusta el idiota que soy, el bromista trivial que le saca risas a todos y logra que tu me mires, me estudies, me deduzcas y me eliajas entre los demás.
Quiero decirle a la persistente imagen del animal que llevo o que me lleva, que sigo aquí, encerrado en el presente.
Hoy revisé el reloj de arena que tengo de adorno en el escritorio y por primera vez lo vi funcionar hacia arriba.
Una de dos; o soy yo.
O es la vida la que está de cabeza.
Fuimos hechos para pensar y soñar en cosas que no existen. El que descubrió el fuego, el que inventó la rueda y el que forjó la primera espada de metal fueron catalogados como simples primates afortunados y pasaron al recuerdo sin pena ni gloria. El que vio un líder predicando y se le ocurrió que podría existir dios, ese sí que se topó con un golpe de suerte.

3.11.2010

A patadas. Paso uno. (Fragmento)



Contrario a la perfección Claus Carmona, con C. Conectó con la realidad desde el suelo.
Y cómo llega alguien a darse un encontrón de ese calibre y quedar ahí, inerte y conciente, porfiando la cara contra la baldosa helada que a intervalos lo despierta y le recuerda que está lejos de su casa.
Una enfermedad oculta, un dolor insoportable que lo tumbó en público. Un desmayo, una fatiga por falta de alimento, defensas bajas, estrés, depresión, alcohol, roce, fricción, desgaste, calentamiento global, desastre colectivo, aceptación, duelo, no se sabrá nunca. Lo que se sabe es que ahí estaba tirado, con todo el universo doliéndole. El tacle del administrador sumado al zapatazo del barman una vez caído y de inmediato el cuerpo técnico pidió la camiseta. Otro par de patadas en las costillas, patadas de las que ya están demás, de las que revuelcan un saco, y sería.
Pero Claus estaba vivo, a sus huesos entrenados por las palizas de su padre y sus hermanos no le cuentan cuentos. Estaba simplemente borracho. Ido y volviendo con la despreciable persistencia del sol que le muestra la silueta del cerro que hoy debe subir. Mátenme a patadas. Esa fue su oferta. Su verdadero sacrificio. Pero todo seguía ahí.
A despertar Claus, a mover esos moretones, esas aureolas de piel, esas galaxias violetas, verdes y azules. Una ducha es lo que necesitaba, una vertiente tibia. Un sumario interno. Pero él no quería saber la verdad, como los enfermos graves no quieren saber cuándo morirán. Con la lucidez de las últimas palabras del condenado se encima sin miedo a una distraída mujer que se contrae de inmediato al verlo y le pide un sorbo de agua de su manguera. Espanta algo de angustia mojándose la cabeza. Pero al retirar el chorro todo vuelve a cero igual que al sacar el hielo de una quemadura. Le arde otra vez la memoria y comienzan los destellos de la noche anterior. Rayos de sol como jeringas con suero de la verdad se clavaron esperando su turno después de la manguera y sin créditos ni presentaciones empezó el stop motion en reversa desde la pateadura hasta un final disfrazado de principio que no puede ver. Un final que huele como el polvo de sus huesos en la butaca de una película sin fin.

3.08.2010

Irrigación


Si buscas una vena en tu cabeza y presionas fuerte la yema de tus dedos contra la piel, algo de sangre dejará de llegar a alguna parte, es posible que se te quede dormido el brazo que estás usando y hasta ahí llegue todo, o que pierdas momentáneamente la visión de un ojo o dejes de secretar alguna hormona. También puede pasar que aprietes la vena correcta, esa falla congénita que lleva más sangre de lo habitual y te transformes por unos minutos en un genio o un profeta, o un profeta con una jaqueca insoportable. En cualquier caso la irrigación cerebral no es ningún misterio, salvo que enfermes gravemente y mueras sin ninguna explicación, y a la larga, te transformas en una especie de animita de culto. Un armario de recuerdos importantes para alguien, si lo tienes, porque tener a alguien es eso precisamente, apoderarse de su atención emocional, de su deseo irracional de compañía, esa que alimentaste tanto tiempo que ya es algo que corre por sus venas. O por una que si logra apretar correctamente, resultará en el olvido de tu imagen cerrando el círculo virtuoso de los que nos apretamos las venas cada vez que queremos creer en algo que no existe.