9.23.2009

Nada que perder (fragmento)


Se acuerda de todo mientras maneja el furgón, por primera vez, con las luces encendidas, no tiene claro dónde va, tal vez a tomar una cerveza pero no sabe en qué lugar. Unas chicas caminan por la vereda paseando un perro enorme, un malabarista ilumina la cuadra con sus clavas de punta encendida. Todos parten con la verde, el perro de las chicas huele con insistencia los mechones de pasto crecido de una casa abandonada. Cuando las cosas pasan, pasan sin aviso. Miles de vidrios en forma de pequeños cubos de cristal parecían esquivar su cuerpo tal como debería explotar una galaxia en la cara, después, un golpe y un sonido que nunca había escuchado tan de cerca. Vuelca varias veces, el tiempo suficiente para imaginar que la realidad es como la fotografía de un premio pegado en una tómbola, igual que cada giro en su parabrisas. La tómbola se detiene dejando ver la imagen del otro auto involucrado. Una mujer sin piernas se arrastra por la vereda alejándose de la destruida estructura. Esta imagen le provocó un escalofrío, la clara sensación de desmayo, de no querer jamás acercarse a ella, el cliché nunca mejor aplicado; quisiera que esto nunca hubiera pasado, o; cómo poder volver en el tiempo y evitar esta tragedia. Comienzan a parar curiosos, se abren las puertas de las casas, las chicas corren vereda arriba tirando la correa de su descomunal perro que arrecia dando saltos en sentido contrario. Las clavas del malabarista humean en el pavimento, huele a bencina y plástico fundido. La mujer se ha refugiado tras unos arbustos, parece que nadie la ha visto. A su lado la puerta ya no existe, se saca el cinturón y sale del furgón cabeza arriba. Corre hacia ella, corre como nunca, sin mirar la calle, corre hacia la mujer sin piernas. Corre hasta alcanzarla y lo primero que atina es a decir; cómo estai, perdón, perdón, cómo estai, perdón, dime cómo estai. Ella contesta y reitera. Nos salvamos, nos salvamos, hueón… …nos salvamos. Levanta la vista sobre su cabeza y logra enfocar una de sus piernas tirada frente a la entrada de una casa, la otra se asoma de entre los fierros de lo que queda del motor, un trozo de media todavía sostiene un zapato café. Al momento siguiente ella se levanta y se sostiene en dos brazos balanceando perfectamente el tronco apoyado como un trapecio sobre sus dos brazos erguidos, en medio, una falda que no termina en nada. Parece un acto de magia negra, una espectacular broma montada sólo para él. La pierna, pásame la pierna, son re caras y me costó años de trabajo mandármelas a hacer, fue lo siguiente que oyó de labios de ella.

9.16.2009

Consecuencia.


El gordo hizo una huelga contra sí mismo.
Se encadenó al pilar de una tienda de comida rápida.
Puso un cartel que decía “ignóreme por favor”.
Tuvo un 100% de respuesta positiva a su llamado.
Las palomas lo cagaron hasta pintarlo de blanco.
Murió de hambre.

8.31.2009

Eutanasia


Es bastante impresionante, como un perro de ojos negros que se ríe bajo la cama de una vieja postrada. Coagulada en su colchón de lana. Jugando con un hilo de saliva blanca y espumosa entre los labios. El perro ahora gruñe, o tal vez antes lo hacía y yo pensé que era risa. Vaya uno a saber, ¿qué cosas no?. Cómo es que morirse puede transformarse en semejante ritual. El perro no dejó acercarse a nadie a menos de dos metros del catre, ladró sin cesar con el aliento de una batalla donde todos se mataron y nadie enterró a nadie. Me fui sabiendo que no había nada que hacer.

8.10.2009

Epicentro.


Basta de filosofar bajo la ducha. Hoy es un día especial para el bueno de Ernesto. Hay que sacudir la chaqueta de la ropa usada, aplastar como sea las mechas de clavo y partir al primer día de trabajo caminando alegremente. Así te quiero, con la cara llena de risa, se repite mientras cuenta las rayas de la vereda, cuidándose de jamás pisar alguna. Nunca. Menos hoy.
Nada especial, ni recibimientos ni presentaciones, al tiro a la cocina, hacer café y limpiar la cubierta de vidrio de la sala de reuniones. Ernesto tiene expectativas, sueños trazados que alcanzar. Por eso, además de pasar el paño, pule los bordes de metal y le saca trote a los remaches de aluminio. Que se note el cambio de mano, piensa. Sin querer pasa a llevar el control remoto del televisor. Entre canal y canal aparece una señal difusa con una línea constante que pasa de arriba abajo, varias veces por segundo. Ahí se quedaron los ojos de Ernesto. Perdidos y atrapados en el ir y venir. Mal día para un ataque.

Promesa.


Juntó la plata justa para saldar sus deudas con el boletín comercial. Sintió la extraña sensación que bajo sus pies el piso se movía cada tanto. Se dio cuenta que estaba sobre el metro. Esperó largamente, pagó y prometió que nunca más. Caminó a casa y recordó que todavía no podía llegar, sus hijos jugaban en la casa del vecino mientras el vecino jugaba en su casa bajo la falda de su mujer. Llegó al antejardín, se asomó apenas por la ventana de su pieza, lloró y esperó encuclillado secándose los mocos con la manga de la camisa. Prometió que nunca más. Dio un salto cuando el hijo menor le tocó el hombro y le preguntó si estaba jugando a la escondida. Claro que sí, me pillaste, mañana te voy a comprar una bicicleta de los power rangers, prometió. No se cómo, pero prometo que lo voy a hacer.

8.07.2009

Es decir eso.



De un momento a otro se nubló.
Es decir.
En un instante estaba despejado y luego de un tiempo el cielo se cubrió de nubes.
Es decir.
El sol sombreaba el contorno de las cosas hasta que un banco de nubes del diámetro de todo el horizonte tamizó el paisaje.
Es decir.
Luz paseaba su perro por el parque encendiendo todo a su paso hasta que un rayo de agua gris le reventó el pecho, soltó la cadena y el animal de Luz se evaporó entre las raíces de un pimiento.
Es decir.
Había Luz y ya no.
Es decir.
Eso.