7.19.2006

Cualquier Rollo


Llego a las 3 de la tarde a cambiar el turno del toño que seguramente no hizo nada en la mañana. Entro al laboratorio y tengo una pila de 54 rollos de 36 para revelar, una simple suma me dice que son casi dos mil fotos para esta tarde. La “Srita Juddite” se lima la uñas sentada en la caja. Los clientes pasan temprano y el resto del día esta mina sólo habla por teléfono como si supiera que al minuto siguiente le amputarán la lengua. En fin, lo mío es ponerme el overol y los audífonos, encerrarme en la oscuridad y comenzar a copiar.
Entro a la puerta dimensional en que paso a ser parte de eternos veraneos de mantel y canastos de playa, bolsas de arena en el poto de los niños, calores volcánicos de campo, cumpleaños de travestis, fiestas de pijamas, camas desordenadas y postales de Bariloche. Acabo de terminar un rollo lleno de pendejos que se fueron de farra en un quincho. Es divertido ver cómo al avanzar la tarde el alcohol comienza a hacer estragos, no importa la edad que tengan, es como rociar veneno en un hormiguero, uno a uno comienzan a caer. La Juddite me trae un ave mayo, sabe que no me gustan. Generalmente hago un pausa para la comida de la tarde pero quedo absorto en una serie de fotos de una mujer semidesnuda durmiendo de costado en el pasto. Sin duda está borracha. Son una seguidilla de tomas que se acercan a este cuerpo blanco y húmedo. Por la luz de la siguiente foto adivino que no tarda en amanecer. Otras cuatro o cinco tomas se acercan obsesivamente a ella. Apuro los líquidos, yo también quiero verla. Apareció, duerme con los ojos abiertos. Quizás demasiado abiertos. Trago el ave mayo y me tomo la tarde.

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