7.19.2006

Secretos de Dios II


Con un parlante y un micrófono de karaoke bajo el brazo vino a perturbar sin permiso la calma de mi plaza, la que me adjudiqué después de no fallar ningún domingo. Son tres las posibilidades; un fanático religioso, un vendedor charlatán o un payaso de esquina, que vendría siendo como todas las anteriores. Resultó ser un fanático evangélico con un parlante en muy mal estado que transmitía sólo palabras entrecortadas. “Desgracia… …Prostitu… …Yavhé… …el fin… …fuego… …de rodillas…” Por momentos parecía un verdadero monje medieval declamando en un lenguaje críptico, ese que ha definido el estilo misterioso de las religiones “No se lo digan a nadie, que el secreto quede en el milagro, que el hombre no sepa que es hombre, que el enfermo no sepa que está enfermo”. No pude dejar de especular, a propósito de la geométrica escalada de calamidades que nos aterran, si Dios también está teniendo problemas de amplificación.

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