7.16.2006

Toc


No hay nada como golpear la puerta de una casa abandonada con la ansiedad de que alguien pueda abrir. Siempre lo hacía pajareando a la vuelta del colegio. Un juego, una rutina torpe, involuntaria. No lo supe leer, tarde o temprano terminaría pasando algo diferente, es la ley natural de la repetición. Lo que ahora sólo sería una mujer borracha, en calzones, ocupando casualmente el vacío, fue un brusco salto de pánico hasta la calle. Vergüenza y rabia. Ella era la dueña.

No hay comentarios.: